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¿Qué se esconde detrás del término probiótico?

Una cosa es hablar de la microbiota y otro tema distinto es hablar de probióticos, que son microorganismos vivos externos a nosotros, usados en forma de alimentos o suplementos nutricionales y con efectos beneficiosos sobre la salud.

El término probiótico etimológicamente deriva del griego “pro” (a favor) y “biótico” (vida). Actualmente se utiliza para designar microorganismos que tienen efectos beneficiosos para la salud tanto de los seres humanos como de los animales.

A pesar del auge de los productos probióticos en los últimos años, en realidad no son algo estrictamente nuevo. El kéfir, el yogur y otros productos fermentados se han consumido durante el transcurso de muchos años. Las noticias del empleo de alimentos fermentados se remontan al Antiguo Testamento, en el que se dice: “Abraham debía su longevidad al consumo de leche ácida”. En el año 76 a.C., el historiador romano Plinio recomendaba la administración de productos lácteos fermentados como tratamiento de la gastroenteritis. En 1857, Pasteur descubrió los microorganismos -las bacterias ácido-lácticas (BAL)- que son responsables de la fermentación que da lugar al yogur. En 1892, el médico alemán Albert Döderlein propuso que las bacterias vaginales (llamadas bacilos de Döderlein) producían ácido láctico, con un papel muy importante en el mantenimiento del pH ácido vaginal que impide que otros gérmenes colonicen la cavidad vaginal y produzcan enfermedades.

Hacia 1910, Eli Metchnikoff (científico ruso, premio Nobel y profesor del Instituto Pasteur en París) observó que los habitantes de las aldeas de los Balcanes alcanzaban edades muy avanzadas. Relacionó este hecho con el consumo habitual de una leche fermentada y postuló que las BAL implicadas en esta fermentación serían las responsables de su longevidad. Este autor sugirió que el envejecimiento se producía por una intoxicación crónica desencadenada por la presencia en el intestino de microbios proteolíticos como Clostridium –productores de sustancias tóxicas que surgen de la digestión de proteínas–. Para retrasar los procesos asociados a la vejez, Metchnikoff sugirió sustituir los microbios perjudiciales de la microbiota intestinal (antiguamente llamada flora) por otros beneficiosos en donde predominaran los de tipo lactobacilo. Este científico desarrolló una dieta con una leche fermentada que contenía las dos bacterias que había aislado de los productos consumidos en los Balcanes: Lactobacillus delbrueckii subespecie bulgaricus y Streptococcus thermophilus (bacterias del yogur).

Eli Metchnikoff

Al mismo tiempo, el pediatra francés Henry Tissier observó que los niños con diarrea tenían en sus heces un escaso número de bifidobacterias, muy abundantes, por el contrario, en los niños sanos, y sugirió que este tipo de bacterias podrían ser administradas a pacientes con diarrea para restaurar la microbiota original.

En el año 1917, antes del descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming, el profesor alemán Alfred Nissle aisló una cepa no patógena de la bacteria Escherichia coli de una muestra de heces procedente de un soldado de la Primera Guerra Mundial que no fue afectado por un brote de shigelosis. Los trastornos del tracto intestinal frecuentemente eran tratados con bacterias no patógenas, con el fin de modificar o reemplazar la microbiota intestinal. La cepa Nissle 1917 de Escherichia coli se convirtió en el primer probiótico no perteneciente a la familia de las bacterias ácido lácticas en tener una aplicación beneficiosa para la salud del hombre.

Hacia 1930, Minoru Shirota, un pediatra japonés, aisló una cepa de Lactobacillus casei de las heces de un niño y la utilizó para fabricar una leche fermentada que usó para prevenir la diarrea y, posteriormente, para tratarla. La bacteria fue nombrada cepa Lactobacillus casei shirota en su honor. En el año 1935, se lanzó en Asia el primer producto comercial que contenía esta bacteria ácido láctica denominado Yakult y que actualmente aún se comercializa.

 

1935: primer producto comercial con bacterias ácido-lácticas.

Las obras de Metchnikoff y Tissier fueron las primeras en las que se hicieron propuestas científicas con respecto a la utilización probiótica de bacterias, aunque el término “probiótico” no se introdujo por primera vez hasta 1965 por Lilly y Stillwell para describir en un principio aquellas sustancias secretadas por un microorganismo que estimulan el crecimiento de otros microorganismos. Sin embargo, en 1989 Roy Fuller acuñó la palabra como se conoce actualmente, aludiendo a microorganismos incluidos en productos dietéticos que contribuyen al balance microbiano intestinal. Fuller enfatizó que no serían compuestos sino organismos, que éstos deberían llegar vivos al lugar de acción e introdujo la idea de que tienen un efecto beneficioso para el huésped. Posteriormente, en la década de los 80 fue cuando se lanzó el primer yogur en el mercado de Europa.

Havenaar y Huis in’t Veld propusieron en 1992 una definición muy similar para el término probiótico: “un monocultivo o cultivo mixto viable de bacterias que, cuando se aplica a animales o seres humanos, afecta beneficiosamente al huésped mejorando las propiedades de la microbiota autóctona”.

En 1998 el Instituto Internacional de Ciencias de la Vida (International Life Sciences Institute, ILSI) en Bruselas definió a los probióticos como “microorganismos vivos, que cuando son ingeridos en cantidades suficientes, tienen efectos beneficiosos sobre la salud, lo que va más allá de los efectos nutricionales convencionales”. Hay que mencionar que, para ser considerada como probiótica, una bacteria tiene que sobrevivir al medio fuertemente ácido del estómago y colonizar el intestino delgado y grueso. La Organización Mundial de la Salud (OMS) propone una definición más simple y se refiere a “microorganismos vivos que cuando son administrados en la cantidad adecuada ejercen un efecto beneficioso sobre la salud del huésped”. La definición de la OMS ha sido recientemente confirmada por la International Scientific Association of Probiotics and Prebiotics (ISAPP).

Tanto la definición del ILSI como la de la OMS, han centrado la utilización del término probiótico en los productos que contienen microorganismos vivos. Además, indican la necesidad de proporcionar una dosis apropiada de bacterias probióticas para obtener los efectos deseados, bien en forma de alimento o como preparación farmacéutica.

Conviene tener en cuenta que aunque tradicionalmente solo se consideraban probióticos los microorganismos vivos, el concepto de probiótico se ha ampliado debido a que algunos microorganismos muertos, o incluso componentes de éstos (por ejemplo, su DNA o sus proteínas), pueden exhibir propiedades probióticas.

En definitiva, detrás del término probiótico se esconden muchos años de historia con hallazgos científicos importantes. La manipulación de nuestra microbiota intestinal a través de los probióticos es una estrategia utilizada desde el siglo pasado hasta hoy en día y puede contribuir a mejorar nuestra salud. No obstante, conviene seguir investigando más a fondo las bacterias probióticas para poder establecer recomendaciones claras sobre la repercusión que pueden tener en la mejora nutricional y/o sanitaria de la población.

Andreu Prados
Farmacéutico y Dietista-Nutricionista

Bibliografía:

  • Döderlein A. Das Scheidensekret und seine Bedeutung für das Puerperalfieber (The vaginal transsudate and its significance for childbed fever). Centralblatt für Bacteriologie. 1892; 11:699-700 (in German).
  • Metchnikoff I. Lactic acid as inhibiting intestinal putrefaction. En: Heinemann W (Ed.) The prolongation of life: Optimistic studies. Butterworth-Heinemann, London 1907:161-183.
  • Tissier H. Traitement des infections intestinales par la methode de la flore bacterienne de l’intestin. CR Soc Biol 1906; 60:359-361.
  • Lilly DM, Stillwell RH. Probiotics: Growth promoting factors produced by microorganisms. Science. 1965; 147(3659):747-748.
  • Fuller R. Probiotics in man and animals. J Appl Bacteriol. 1989; 66(5):365-378.
  • Food and Agriculture Organization (FAO) and World Health Organization Expert Consultation (WHO). Probiotics in food. Health and nutritional properties and guidelines for evaluation. En: FAO Food and Nutrition Paper 85, 2006, ISBN 92-5-105513-0. Disponible en: ftp://ftp.fao.org/docrep/fao/009/a0512e/a0512e00.pdf.

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