La semana pasada -los días 5 y 6 de marzo -tuve la suerte de asistir a la 5ª edición de la Cumbre Mundial sobre Microbiota Intestinal para la Salud en Miami, Florida (Estados Unidos). Gran parte del viaje de ida y vuelta en el avión la aproveché para leer el libro Missing Microbes: How the Overuse of Antibiotics Is Fueling Our Modern Plagues del médico e investigador Dr. Martin J. Blaser. Reconozco que lo tenía pendiente desde hace tiempo y este congreso fue la ocasión perfecta para ponerme al día con su lectura.
Portada del libro y su autor Martin Blaser.
La idea central del libro es que el aumento en el uso de antibióticos, los partos por cesárea y el exceso de higiene han dado lugar a una pérdida paulatina y permanente de las comunidades microbianas que habitan en nuestro cuerpo, con el consiguiente incremento de las enfermedades modernas (el Dr. Blaser las llama plagas modernas) como la obesidad, la diabetes tipo 1, las alergias alimentarias, el asma e incluso el autismo. Hasta hace poco, los microorganismos que habitan en nuestro cuerpo (denominados en su conjunto microbiota) se han considerado como una carga indeseable de invasores potenciales que nuestro sistema inmunitario debería mantener a raya. Lo ideal era un mundo esterilizado y limpio. Actualmente sabemos que no podemos vivir sin las bacterias. Ellas estaban aquí cuando llegamos y mantenemos una relación de co-evolución, co-existencia y co-operación.
Las denominadas enfermedades crónicas no transmisibles se han disparado en los últimos 70 años, desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Para explicar el motivo de su aumento, el Dr. Blaser formula la hipótesis de que todas ellas tienen una causa en común que las desencadena y es la responsable de mantenerlas: un desequilibrio en los microorganismos que habitan en nuestro intestino.
En cuanto al efecto de los antibióticos sobre la microbiota intestinal, aunque en un principio nos han ayudado a combatir enfermedades infecciosas como la tuberculosis y la meningitis, su uso generalizado para tratar infecciones del tracto respiratorio superior o del oído ha dado lugar a una pérdida de las bacterias patógenas pero también ha matado a las bacterias beneficiosas autóctonas de nuestro cuerpo. Los antibióticos han pasado de ser los fármacos milagrosos que parecían no conllevar riesgos a largo plazo a ser fármacos sobreutilizados o usados incorrectamente en medicina humana y veterinaria. Este abuso terapéutico de los antibióticos es particularmente peligroso para l@s niñ@s, ya que son más vulnerables de lo que podemos anticipar. Pero menos del 20% de las infecciones del tracto respiratorio superior están causadas por bacterias. Y las bacterias que habitan en nuestra nariz y garganta son residentes permanentes o transitorios que habitualmente no conllevan ningún perjuicio para nuestra salud. En lugar de decir que estamos infectados por estas bacterias, lo más correcto es decir que estamos colonizad@s por ellas ya que son inofensivas y nos acompañan desde que apareciéramos en la Tierra. A mayor espectro de acción del antibiótico, más papeletas tenemos de desarrollar resistencias. Y cuanto más los usemos, la resistencia se desarrollará más rápido y la vida útil de cada antibiótico se reducirá. Por otro lado, desde mediados de los años 40 en muchas granjas se incorporan dosis subterapéuticas de antibióticos a la comida o al agua de los animales para promover su crecimiento. En el libro, el Dr. Blaser explica que los microorganismos resistentes a los antibióticos de los animales nos están infectando a través de consumir alimentos como la carne, la leche, el queso y los huevos.
A partir de estudios en ratones y humanos, el grupo liderado por el Dr. Blaser ha demostrado que la alteración del equilibrio del ecosistema intestinal, que se desarrolla hasta los 3 años de edad, tiene consecuencias a medio y largo plazo y una de ellas es la obesidad. La ventana de oportunidad del recién nacido empieza durante el embarazo y su contacto más significativo con las bacterias del entorno tiene lugar en el momento del parto. Todo lo que sucede durante el embarazo y en los 2-3 primeros años de vida importa porqué afectará al desarrollo metabólico, inmunológico y neurológico del bebé.
En los últimos 150 millones de años la exposición inicial a las bacterias a través del canal del parto ha sido lo natural para todos los mamíferos. Y esto no es casual, sino que evolutivamente es importante. Las primeras bacterias que debe ver y reconocer como amigas el sistema inmune no educado (naïve) de un bebé son las bacterias del canal del parto. Si este inóculo inicial de bacterias está afectado por la toma de antibióticos durante el embarazo y el parto o bien está formado por bacterias de la piel o del entorno hospitalario (en el caso de los nacimientos por cesárea), entonces estaremos cambiando el entrenamiento que el sistema inmune debe recibir al principio de la vida. Y este hecho es relevante si tenemos en cuenta las altas tasas de nacimientos por cesárea en el mundo actualmente: Brasil es el país del mundo con más cesáreas (en Río de Janeiro y Sao Paulo un 80% de los bebés nacen por cesárea), el segundo país es Irán y le sigue Estados Unidos y los países europeos. Afortunadamente, la técnica de transferencia microbiana vaginal permite restaurar parte de las bacterias que pierden los bebés nacidos por cesárea. Hay cesáreas electivas que no son necesarias y se debe promover el parto a través del canal natural de la vagina que es el que provee más salud. En el libro el Dr. Blaser argumenta que la pérdida de los microbios tradicionales en los primeros años de vida está detrás de la epidemia actual de las enfermedades relacionadas con el sistema inmune de las sociedades occidentalizadas, como la diabetes, la enfermedad celíaca, la enfermedad inflamatoria intestinal, el asma, las alergias alimentarias y algunos trastornos neurológicos como el autismo. De hecho, eliminar a la bacteria Helicobacter pylori que reside en el estómago y adquirimos tempranamente en la vida puede ser contraproducente. Eliminar a esta bacteria mediante la triple terapia, que incluye dos antibióticos y un inhibidor de la bomba de protones, se plantea como un objetivo en la medicina actual por su papel en el desarrollo de las úlceras gástricas y duodenales y el cáncer de estómago. Pero se ha visto que la presencia de H. pylori nos puede proteger de las enfermedades del esófago (enfermedad por reflujo gastroesofágico, esófago de Barrett y adenocarcinoma de esófago), del asma e incluso de la enfermedad celíaca, a través de suprimir las respuestas inmunes y alérgicas a través de reclutar a los linfocitos T reguladores antiinflamatorios.
Al final del libro, se dedica un capítulo a hacer unas recomendaciones en las que debemos tomar parte todos y cada uno de nosotros (desde los profesionales de la salud hasta la población en general y pasando por los gobiernos e instituciones de salud pública) con el objetivo de restaurar la pérdida de los microorganismos tradicionales:
- No abusar de los antibióticos y utilizarlos únicamente bajo prescripción médica y cuando sean realmente necesarios. Esta recomendación pasa por invertir en antibióticos de espectro reducido y métodos diagnósticos que nos permitan distinguir entre las infecciones virales y bacterianas.
- Limitar el uso de productos antisépticos.
- No utilizar antibióticos en el ganado de consumo humano.
- La suplementación con probióticos, prebióticos o simbióticos puede ayudar a mejorar situaciones de desequilibrio en la microbiota intestinal y se debe basar en estudios de eficacia contrastada en humanos. Un mismo probiótico no sirve para todo.
Y termino este post compartiendo una reflexión del libro que me ha impactado: “Actualmente, en la práctica médica el miedo de ser demandado es por no haber hecho algo (una radiografía, no prescribir un antibiótico, no practicar una cesárea,…), mientras que muy pronto esta situación cambiará y el miedo a ser demandado aparecerá por llevar a cabo acciones innecesarias y injustificadas”.
Andreu Prados
Farmacéutico y dietista-nutricionista
Imagen de la portada: Amazon.