Una vez que los patógenos o agentes extraños han atravesado las barreras físicas, químicas y microbiológicas y la inmunidad innata, se enfrentan a la inmunidad adaptativa o específica (también llamada inmunidad adquirida) que representa la tercera línea de defensa. La inmunidad innata funciona a través de mecanismos estándar, sin necesidad de que haya habido una exposición previa al patógeno y, por tanto, actúa de forma rápida. Por el contrario, la respuesta adaptativa es más lenta y precisa de células más especializadas, los linfocitos, que tienen una alta especificidad y memoria, ya que son capaces de distinguir patógenos muy similares, de mejorar ese reconocimiento con cada nuevo contacto y de recordarlo durante muchos años. Esta persistencia en el tiempo da lugar a la memoria inmunológica, que es la base de una respuesta más poderosa y eficaz cuando hay una nueva exposición al mismo patógeno. ¿Os habéis preguntado alguna vez por qué no desarrollamos la misma enfermedad dos veces? Si un patógeno concreto nos hace enfermar y nos recuperamos, entonces no volveremos a desarrollar la misma enfermedad por segunda vez y esta habilidad del sistema inmunitario se basa en su memoria. Por ejemplo, una persona que haya pasado las paperas es difícil que las vuelva a tener y eso se debe a que el sistema inmunitario recuerda todos los patógenos que nos infectan, de forma que si volvemos a entrar en contacto con ellos, no nos pondremos enfermos. Aunque la memoria inmunológica evita que nos pongamos enfermos con el mismo tipo de patógeno otra vez, no nos puede ayudar si nos infectamos con un patógeno nuevo. En cada nueva infección, nuestro sistema inmunitario debe empezar de cero para reconocer al patógeno que la ha causado. Las vacunas que recibimos explotan también la memoria del sistema inmunitario adaptativo. Al exponernos a cada vacuna, que se parece al patógeno del que nos quiere proteger, se producen anticuerpos que impedirán en el futuro que el patógeno de verdad pueda infectarnos. Sin embargo, la inmunidad adaptativa solo sirve para este patógeno, puesto que no nos protege de otros.
La inmunidad adaptativa, específica o adquirida es exclusiva de vertebrados. Adaptativa significa que se adapta al patógeno y específica hace referencia a que identifica patógenos muy concretos. Adquirida significa que tenemos que ganárnosla, debido a que no nacemos con ella. En la siguiente tabla se resumen las características principales de la inmunidad innata y adaptativa.
Tabla. Inmunidad innata e inmunidad adaptativa.
Respuesta | Innata | Adaptativa |
Especificidad de patógeno | No | Sí |
Memoria | No | Sí |
Tiempo | Rápida (segundos) | Lenta (días) |
Células | Fagocitos (neutrófilos y macrófagos) y linfocitos NK | Linfocitos T, linfocitos B y células plasmáticas |
Moléculas | Citoquinas, complemento, proteínas de fase aguda | Citoquinas y anticuerpos |
Los linfocitos (representan un 25-40% de todos los glóbulos blancos o leucocitos, células implicadas en la defensa del organismo) se clasifican en linfocitos T (75%), linfocitos B (20%) y linfocitos NK (5%); estos últimos están incluidos dentro de la inmunidad inespecífica.
El sistema inmunitario adaptativo incluye moléculas como los anticuerpos o ciertas citoquinas de linfocitos (como el interferón gamma) y células como los linfocitos B y T (de Bursa y Timo, respectivamente, los órganos donde se desarrollan en aves).
Anticuerpos o inmunoglobulinas (Ig): sustancias especiales que se unen al patógeno y ayudan al sistema inmunitario a destruirlo. Están especializados en patógenos extracelulares y representan el componente fundamental de la inmunidad humoral en la que intervienen los linfocitos B.
Citoquinas: sustancias que permiten la comunicación entre las diferentes células del sistema inmunitario.
Células dendríticas: son los principales centinelas del organismo. Su función consiste en observar continuamente lo que sucede en el interior de la ciudad medieval y sus cercanías y alertar el resto de soldados en caso de peligro. En nuestro cuerpo, estos centinelas son un tipo importante de glóbulo blanco con una alta capacidad de comerse cualquier sustancia que tengan a su alrededor, digerirla y presentar aquellos trozos más representativos de lo que se acaban de comer en su superficie celular. Esta acción la pueden llevar a cabo gracias a los múltiples brazos que presentan en su estructura y que se denominan dendritas, recordando a las ramas de un árbol (dendron es “árbol” en griego). El objetivo de este proceso es el de comunicar a los linfocitos T que aquella sustancia es extraña y se trata de un posible agresor. Es decir, las células dendríticas inician la respuesta inmunitaria adaptativa o específica contra el agresor. Después serán los linfocitos los que pondrán en marcha la respuesta defensiva para eliminar al patógeno. Los linfocitos (soldados) por si solos no saben identificar un patógeno, aunque lo tengan delante suyo, a no ser que previamente una célula dendrítica no le haya dado las claves para identificarlo.
En la ciudad medieval amurallada los centinelas se sitúan en las torres de vigilancia y en las puertas de entrada. En nuestro cuerpo, las células dendríticas se encuentran con elevada proporción en las zonas más externas del cuerpo, en la piel y las mucosas, y en los órganos, como el bazo y los ganglios linfáticos, especializados en favorecer el contacto entre patógeno y defensor.
Linfocitos T: se generan en la médula ósea y antes de establecerse a nivel periférico migran al timo para finalizar su maduración. El timo sería como una academia militar donde los linfocitos T se especializan. De hecho, la letra T de linfocito T proviene de la palabra timo, que es el órgano donde se desarrollan estas células. Según sus funciones se diferencian dos tipos principales de linfocitos T que participan en la inmunidad mediada por células o inmunidad celular frente a patógenos intracelulares:
- Linfocitos T helper o colaboradores: son los soldados estrategas del ejército, nuestro sistema inmunitario, y se encargan de organizar y coordinar las respuestas inmunitarias en contra de los patógenos agresores. Es decir, son el auténtico director de orquesta de la respuesta inmunitaria adaptativa. Coordinan la respuesta inmunitaria específica una vez tiene lugar la presentación del patógeno por las células dendríticas y ayudan a las demás células inmunitarias a ejercer sus funciones. Por ejemplo, ayudan a los linfocitos B a producir anticuerpos y aumentan la capacidad de los macrófagos para atacar a los patógenos.
- Linfocitos T citotóxicos o supresores: son los linfocitos más feroces de la familia de los glóbulos blancos. Eliminan las células tumorales y células infectadas por virus. Estos soldados son los que, advertidos por los soldados centinelas o células dendríticas y organizados por los soldados estrategas colaboradores, serán los encargados de ir a la batalla. Constituyen las tropas del ejército, los soldados de pie que luchan directamente contra el adversario. Su capacidad destructiva se basa en una arma concreta, la perforina, una proteína que les permite hacer agujeros en el agresor para eliminarlo e impedir así que avance hacia estructuras importantes de la ciudad.
Linfocitos B: son generados en la médula ósea y no maduran en el timo. La letra B de linfocito B proviene de la palabra médula ósea, en inglés bone marrow, que es el lugar donde se producen estas células. También hace referencia a la bolsa de Fabricio, donde se generan estas células en las aves. A diferencia de los linfocitos T citotóxicos, estos soldados son arqueros con muy buena puntería que atacan a distancia. Cada arquero está especializado en fabricar un tipo de flecha distinta, que se denomina anticuerpo o inmunoglobulina. Cada flecha solo puede herir al agresor para el cual ha sido diseñada; no lo consigue eliminar totalmente, pero lo inmoviliza y lo debilita de forma que el resto de soldados del ejército lo puedan rematar con facilidad. Además, las flechas no solo serán diferentes para los diferentes agresores (virus, bacterias, etc.) sino que las que van dirigidas a partes diferentes del mismo agresor también serán diferentes. Los linfocitos B no actúan de forma anárquica, sino que igual como sucedía con los linfocitos T citotóxicos, son avisados por las células dendríticas centinelas y coordinados por los linfocitos T colaboradores o estrategas.
Una vez vistos con detalle los tres niveles de defensa de nuestro sistema inmunitario, es fácil darse cuenta que la protección global del organismo la proporcionan la interacción entre las distintas células y la gran variedad de moléculas que constituyen el sistema inmunitario. Además, las estrategias que desarrolla nuestro sistema inmunitario dirigidas a los diferentes patógenos de nuestro entorno serán diferentes en función de si éstos son extracelulares o intracelulares. Por ejemplo, los anticuerpos serán muy útiles para hacer frente a los patógenos cuando están en sangre pero no serán útiles para los microbios patógenos intracelulares como los virus. Por la misma razón, la fagocitosis por parte de los neutrófilos y los macrófagos de nada servirá ante un helminto visible como la tenia.
Bibliografía:
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- Pérez-Cano FJ. Nodrint les nostres defenses. Barcelona: Omnis Cellula – Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona; 2009.