Los parámetros inmunológicos que estudian la inflamación forman parte de la inmunidad innata. La determinación de la concentración sérica de parámetros inflamatorios permite valorar el estado nutricional de la población ya que son una herramienta valiosa para detectar desequilibrios nutricionales a nivel subclínico, tanto por exceso como por defecto (revisión; revisión). Los principales órganos de síntesis de biomarcadores del estado inflamatorio son el hígado, los adipocitos y las células del sistema inmune. Recuerda que la inflamación es una respuesta de carácter protector cuyo objetivo último es defendernos de la lesión celular iniciada por microorganismos, toxinas, alérgenos, etc. El problema surge cuando estos procesos inflamatorios y de reparación adquieren carácter crónico (por ejemplo, la obesidad es un desorden inflamatorio).
A la hora de cuantificar la inflamación en humanos surgen dos retos. En primer lugar, no existe por ahora un único marcador (molécula o célula) para medir la inflamación en una determinada muestra biológica como puede ser la sangre, sino que se deben tener en cuenta varios de ellos. Por otro lado, no están definidos los rangos de referencia para los diferentes marcadores inflamatorios en las diferentes etapas de la vida (niños, adolescentes, adultos, gestantes y personas mayores). Todo ello unido a que el uso de parámetros inmunológicos está limitado por la necesidad de expertos inmunólogos, un laboratorio especializado y los altos costes de las técnicas inmunológicas, hace que la mayoría de las veces no se tenga en cuenta su estudio en un análisis de sangre rutinario.
La importancia de medir en sangre los marcadores de inflamación radica en que actualmente se consideran como uno de los predictores de riesgo cardiovascular más fiables, superando a otros marcadores clásicos que se han venido utilizando hasta ahora como predictores de riesgo cardiovascular (por ejemplo, la fracción LDL del colesterol) (revisión; revisión).
Los mediadores de la inflamación más estudiados como predictores de riesgo cardiovascular son:
- Proteínas de fase aguda de origen hepático: proteína C-reactiva (PCR), factores del complemento C3 y C4, proteína Amiloide A Sérica (AAS), ceruloplasmina, fibrinógeno e inhibidor de la activación de plasminógeno (PAI-1).
- Citoquinas proinflamatorias, como la interleuquina-6 (IL-6), IL-1β), el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α) y el interferón-gamma (IFN-γ).
- Marcadores de disfunción endotelial: Moléculas de adhesión vasculares (como la VCAM-1 -molécula de adhesión celular vascular-1-) e intracelulares (como la ICAM-1 -molécula de adhesión intracelular-1- y la E-selectina).
- Hormonas secretadas por los adipocitos: leptina y resistina.
- Recuento de leucocitos totales.
- Otros (por ejemplo, la velocidad de sedimentación globular -VSG-).
La PCR es el marcador de inflamación más conocido y más usado en la práctica clínica. Se puede medir en sangre de forma fácil, precisa y a bajo coste. Es un marcador sensible de inflamación, aunque sus niveles altos no tienen especificidad que permita diferenciar una enfermedad de otra. En la valoración del riesgo cardiovascular, se utilizan los siguientes puntos de corte: bajo riesgo, PCR menor de 1 mg/L; riesgo medio, PCR entre 1 y 3 mg/L; y alto riesgo, PCR mayor de 3 mg/L (revisión). Niveles de PCR superiores a 1 mg/L se consideran indicativos de un estado inflamatorio sistémico de bajo grado. Conviene tener en cuenta que concentraciones de PCR superiores a 10 mg/L pueden reflejar una respuesta de fase aguda a una infección o desórdenes caracterizados por una inflamación aguda, de forma que esta situación va a requerir repetir el análisis al cabo de 2 semanas.
Las citoquinas se pueden medir en estado basal o bien tras estimulación mediante un mitógeno (por ejemplo, los más utilizados incluyen la fitohemaglutinina y el lipopolisacárido). Uno de los principales inconvenientes asociados a su determinación es la enorme variabilidad que existe en sus niveles entre personas.
Un artículo de revisión publicado el año 2013 propuso los rangos de referencia para los marcadores de inflamación en población adulta sana. Conviene considerar que existen muchos factores que pueden modificar los niveles de los marcadores inflamatorios e incluyen: edad, grasa corporal, actividad física y hábitos tabáquicos.
Fuente: Calder et al., Br J Nutr. 2013;109(Suppl 1):S1-34.
A nivel práctico, ¿de qué me sirve pedir en una analítica de sangre de rutina la determinación de un biomarcador inflamatorio? Imagínate el caso de una persona con obesidad. Como sabes, la obesidad y sus complicaciones asociadas se caracterizan por la presencia de una inflamación sistémica de bajo grado, que se acompaña por altos niveles en suero de PCR, entre otros biomarcadores. Saber la concentración de PCR antes de iniciar la intervención nutricional y medirla durante el proceso e incluso una vez el/la paciente haya llegado a su peso saludable nos permitirá saber cómo se encuentra su estado de salud y, en concreto, su riesgo cardiovascular. La disminución en los niveles de PCR tras dieta y ejercicio se ha asociado con cambios favorables en la adiposidad abdominal y en el metabolismo lipídico, reflejado en los niveles de triglicéridos (estudio). Y la importancia de medir la inflamación es que nos da una información muy sensible acerca de la salud de la persona, ya que la PCR se puede ver afectada incluso antes que de alteren los marcadores clásicos cardiovasculares como la hipercolesterolemia o la hipertensión arterial.
En conclusión, incluir el estudio inmunológico, especialmente del estado inflamatorio, en los estudios de nutrición con humanos permite identificar situaciones de malnutrición subclínica. Estudiar cómo se encuentra el estado de inflamación subclínico de la población es un buen indicador sensible de salud que se debería tener más en cuenta en la práctica clínica diaria.
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