Posiblemente alguna vez hayas oído el término disbiosis, que hace referencia al desequilibrio en la composición bacteriana de un nicho ecológico en comparación con el patrón considerado normal. La disbiosis se trata de una alteración del delicado equilibrio que hay entre nosotros y la microbiota intestinal y se está viendo que constituye el origen de muchos trastornos. En el año 2004 una revisión ya indicaba que el aumento alarmante en las sociedades occidentalizadas (incluyendo Europa, Estados Unidos y Japón) de las enfermedades que afectan a nuestro sistema inmunitario no solo se puede explicar con una base genética, sino que podrían estar implicados los cambios en las interacciones huésped-microorganismos causados por la implementación de estrategias antimicrobianas que no discriminan entre microorganismos infecciosos y no infecciosos (ver este post). De forma que los factores genéticos y ambientales moldean la composición de la microbiota, la cual a su vez tiene una clara influencia sobre nuestras defensas y condicionará el riesgo de desarrollar enfermedades inflamatorias más tarde en la vida. Por ejemplo, un metaanálisis publicado el pasado mes de marzo concluye que la ingesta de fibra dietética reduce el riesgo de desarrollar enfermedad inflamatoria intestinal, en la que nuestras defensas atacan a nuestra microbiota a diestro y siniestro. Uno de los mecanismos protectores de la fibra sería su acción moduladora de determinadas comunidades microbianas que habitan en el colon.
Figura 1: situación de disbiosis (elaboración propia).
Entre los factores externos que pueden alterar el equilibrio del ecosistema intestinal están:
- Administración de determinados grupos de medicamentos: antibióticos, antiinflamatorios, antiácidos, anticonceptivos orales, relajantes musculares, sales de hierro y tratamientos de quimio/radioterapia.
- Alimentación muy pobre en fibra y rica en proteínas y grasas de origen animal: impide un correcto tránsito intestinal y favorece los procesos de putrefacción a nivel del intestino. También se ha visto (estudio) que dietas muy ricas en azúcares simples pueden generar desequilibrios en la microbiota intestinal.
- Cambios bruscos en la alimentación, debidos a viajes, trabajo, etc.
- Situaciones de estrés (tanto psicológico como físico, que puede ser agudo o crónico).
- Proceso propio del envejecimiento: conduce a la disminución de microorganismos con efectos beneficiosos. En las personas mayores se ha descrito un descenso de los niveles de bifidobacterias y un aumento de clostridios y enterobacterias.
- Realización de ciertas pruebas diagnósticas como la colonoscopia.
- Cirugía bariátrica para el tratamiento de la obesidad mórbida (artículo).
- Patologías digestivas crónicas: gastroenteritis infecciosas agudas, síndrome del intestino irritable, malabsorción de la lactosa, enfermedades inflamatorias intestinales (enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa), estreñimiento, entre otros.
- Enfermedades que tienen poca relación aparente con el intestino, como obesidad, diabetes mellitus tipo 2, enfermedad atópica, enfermedad cardiovascular, encefalopatía hepática, cáncer de colon, esquizofrenia o autismo. Conviene tener claro que el hecho que estas patologías se han asociado a cambios en la composición de la microbiota intestinal no implica necesariamente causalidad, pudiendo ser estos hallazgos consecuencia de la propia enfermedad. Afortunadamente, cada vez se están llevando a cabo más estudios de intervención en humanos par estudiar hasta qué punto la administración de un probiótico en el grupo control comparado con placebo es útil para restaurar la diversidad o composición bacteriana teóricamente perdida.
En el siguiente esquema se ilustran muy bien algunas de las causas que explicarían la disbiosis:
Figura 2. PubMed
Quizás te estarás preguntando si se ha llegado a concretar qué tipo de microorganismo está implicado cuando hay una disbiosis. Este mes de julio se ha publicado en la revista Trends in Biotechnology un paper que propone el aumento en la microbiota intestinal de las bacterias del filo Proteobacteria como marcador de disbiosis en enfermedades metabólicas (como la obesidad y la diabetes mellitus tipo 2), cáncer y otras enfermedades inflamatorias (como las enfermedades inflamatorias intestinales). Curiosamente, una alta proporción de Proteobacteria no solo se asocia a enfermedades, sino que se ha visto que también abunda en los bebés alimentados con leche de fórmula y en los pacientes sometidos a cirugía de bypass gástrico. Estos resultados arrojan una nueva esperanza en el manejo de aquellas enfermedades que se asocian a un desequilibrio de la microbiota intestinal. Poder mejorarlas a través de restaurar grupos bacterianos para que abunden frente a Proteobacteria puede representar una estrategia prometedora. De todas formas, las implicaciones clínicas de estos cambios precisan de más estudios en humanos controlados contra placebo.
En conclusión, nuestro estilo de vida actual y algunas de las llamadas enfermedades de la civilización, como el síndrome metabólico o ciertas enfermedades autoinmunes, pueden dejar huella en la microbiota intestinal a través de desequilibrar su composición, traduciéndose con una microbiota intestinal menos rica y diversa.
Ahora en tus vacaciones te invito a preguntarte: ¿Qué puedo hacer de manera diferente para mejorar mi alimentación? Para empezar, ¿qué te parece incluir más variedad (colores) de hortalizas y frutas en tus comidas y cenas?
Durante el próximo mes de agosto no publicaré contenidos en mi blog. Creo que hay momentos en los que hay que desconectar, reinventar y recargar pilas y para mi el verano es la época ideal para eso. Seguiré leyendo en redes sociales, pero reduciré al mínimo mi actividad en el mundo 2.0. Nos leemos en septiembre.
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